Expatriación, un proceso de cambio profundo

Porque la expatriación es un proceso de cambio profundo

La expatriación es un momento de la vida en el que se suceden cambios fundamentales, tanto para el sujeto que se marcha como para la familia que lo acompaña.

Algunos de estos cambios son más evidentes y en cierto sentido superficiales, otros son más profundos y no necesariamente visibles, aunque son justamente estos últimos los que generan una verdadera transformación de la persona.

La expatriación y los seis niveles neurológicos de Robert Dilts

Para explicar mejor lo que quiero decir haré referencia a los 6 niveles neurológicos de Robert Dilts (inspirado a su vez en los niveles de aprendizaje del gran antropólogo Gregory Beatson).

Robert Dilts detecta 6 niveles de cambio, que van desde el ambiente en el que el individuo vive hasta su visión del mundo.

  1. Ambiente

    Con la expatriación, de forma automática, se cambia lugar geográfico y eso coincide a menudo con un cambio del ambiente de trabajo y del ambiente social de referencia.

  2. Comportamiento

    La expatriación determina un cambio a nivel comportamental en más ámbitos: horarios de trabajo, horarios escolares, tiempos y modalidades de hacer la compra, utilización de los medios de transporte…Por ejemplo: si de un país latino me traslado a un país nórdico, mi jornada empezará mucho antes por la mañana y acabará antes por la tarde y viceversa; si de una pequeña ciudad con muchos carriles de bicicletas me traslado a una gran ciudad con mucho tráfico es probable que en lugar de utilizar la bicicleta opte por ir en el metro y así seguido.

  3. Capacidades

    Un ejemplo para todos podría ser aquel del aprendizaje de una nueva lengua. También aquellos a los que no se les da bien aprender idiomas, una vez que eligen vivir en un país extranjero, a menudo se ven obligados a esforzarse en aprender la lengua local, por lo menos a nivel básico, por espíritu de supervivencia. Si además el idioma es indispensable en ámbito laboral, el empuje para la adquisición de esa capacidad es aún más urgente.

  4. Valores y convicciones

    Cada cultura se basa en valores y convicciones profundas, de las que a menudo no somos conscientes.
    El parangón con una nueva cultura nos lleva a compararnos de manera inevitable con los valores subyacentes a la misma, valores que "explican" determinados comportamientos.
    Un ejemplo personal: como peatón, antes de dejar Italia, muy a menudo he cruzado la carretera con el semáforo en rojo, si no venían automóviles. ¿Quién de vosotros no lo ha hecho? Hoy, después de haber vivido 10 años en Alemania, me detengo. Ahora que vivo en Madrid, me miran raro cuando me quedo quieta inmóvil frente al semáforo en rojo, si no vienen coches. Los muchos años de exposición a las reglas y los valores arraigados en la cultura alemana (si pasas con el rojo eres un mal ejemplo para los niños) han acabado modificando también mi creencia (si no vienen automóviles no es tan grave cruzar con el rojo).

  5. Identidad

    A menudo la expatriación lleva a cuestionarse, a reflexionar sobre "quién soy" o "cuál es mi papel", preguntas que en muchas ocasiones nos desestabilizan.
    En estos años he acompañado a muchas mujeres que, habiéndose marchado para seguir a sus compañeros, habían dejado trabajo y carrera para acabar siendo amas de casa, esposas y madres a tiempo completo.
    Mujeres que han tenido que reinventarse por completo porque había cambiado su papel en la familia y en la sociedad, porque tenían la sensación de no tener ya nada que decir, con jornadas llenas pero vacías desde su punto de vista.
    En estos casos el reto es reiniciar con un nuevo proyecto de vida (a veces una nueva profesión, otras la elección de dedicarse a las propias pasiones, hasta el momento dejadas de lado…). El resultado será una redefinición del propio rol y una inevitable evolución de la propia identidad.

  6. Visión

    El hecho de volver a cuestionarse, reinventarse, volver a empezar con un nuevo proyecto de vida, a menudo lleva a cambiar el sentido profundo que se atribuye a la propia existencia, modificando la propia manera de ser en cada ámbito.

Los tres primeros niveles (ambiente, comportamientos y capacidades) se pueden tocar, ver y sentir, es decir representan los cambios que afectan la realidad de primer nivel, mientras que los otros 3 (valores, identidad y visión) pertenecen a la realidad de segundo nivel, de hecho solo existen en nuestra mente.

Es esa parte de realidad que nosotros co-construimos en compañía del mundo dinámico que nos rodea.

Estos 3 últimos niveles van asociados a cambios de tipo profundo capaces de controlar también la realidad de primer nivel (ambiente, comportamientos y capacidades). Lo cual quiere decir que el cambio en cuanto a mis valores determinará un cambio en mis comportamientos.

La expatriación a menudo llega a afectar los 6 niveles, desde el más superficial al más profundo, modificando nuestra estructura de valores, nuestra identidad y nuestra visión de la vida.

¿Y tú? ¿De qué manera has cambiado durante tu estancia en el extranjero?

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