¿Sabes quién ha sido la primera mujer italiana con carné de conducir en Arabia Saudí?

Cuando la integración es mujer: un bonito ejemplo de perseverancia y adaptación cultural. ¿Cual es su secreto?

El pasado 24 de junio 2018 se ha levantado oficialmente la prohibición de conducir a las mujeres en Arabia Saudí, último país en el mundo en el que todavía existía. Según el comunicado del gobierno saudí, se han entregado ya unos 2000 carnés a mujeres residentes en el país. Una de estas es Margherita Di Paola, que al parecer, aunque no tengamos la confirmación oficial, es la primera italiana en haberse sacado el carné en Riad, el pasado 24 de junio 2018.

Habiendo publicado un amigo un post en las redes sociales, movida por la curiosidad, le pedí que me pusiera en contacto con ella para poder entrevistarla. Intentaré aquí sintetizar mi larga charla con Margherita y las enseñanzas que podemos sacar, si hablamos de integración e interculturalidad.

Margherita, originaria de Palermo, después de haber vivido en Roma durante más de 20 años, llegó a Riad hace dos años con la hija de 13. Única extranjera en su departamento, trabaja como neuropsicológica en el hospital más grande de Oriente Medio, destinado solo a la población saudí.
"En mi trabajo, para relacionarme con los pacientes cuento con una traductora (Feryal, saudí)" – me ha comentado Margherita – "pero con los compañeros de trabajo saudís o extranjeros que están en los otros departamentos hablo en inglés".

El entusiasmo de Margherita me ha sorprendido desde las primeras palabras que hemos intercambiado: "Este país me ha brindado una gran oportunidad profesional, yo siento una profunda gratitud hacia su pueblo. La mejor manera de agradecerlo es abrazar a este pueblo y su cultura, observando las diferencias no para criticar sino para aprender. Informarme sobre las normas de comportamiento a seguir para mí ha sido natural, soy huésped y me toca a mí adaptarme. Cuando me invitan a su casa evito ir vestida de forma inadecuada (vestidos escotados o prendas adherentes), aunque tengo que aclarar que al preferir personalmente las prendas largas, siempre las he llevado".

En su entorno laboral, Margherita se siente como cualquier otro profesional y nada discriminada como mujer. Sin embargo y a pesar de no haber tenido nunca grandes problemas, dice que por la calle la actitud de las personas varía según su nivel social. De su boca nunca salen críticas; me cuenta las similitudes con la educación paterna recibida en Palermo, donde leyes no escritas desalentaban a las chicas a la hora de entrar a un bar en el que solo hubiera hombres. Y sonriendo añade: "Al fin y al cabo tuvimos 100 años de dominio árabe y ciertas conductas, para mí, no son muy diferentes de aquellas que me inculcaron".

No obstante, después de casi dos años, ha sido bien feliz de recobrar su libertad de movimientos gracias al carné de conducir –"Ahora puedo decidir también en el último momento si salgo, si me voy de una fiesta, sin depender del chófer y sin tener siempre que programarlo todo". Un importante paso adelante, además de aquel relativo a la reducción de poderes de la "policía religiosa", que hasta hace un año aproximadamente comprobaba por la calle el cumplimiento de otra norma muy restrictiva: el veto para la mujer de salir acompañada por hombres que no sean familiares.

Analizando el testimonio de Margherita, expat en un contexto objetivamente no sencillo para una mujer occidental, que implica una adaptación cultural complicada, podemos hacer algunas reflexiones sobre el tipo de actitud más apropiado para favorecer una experiencia de expatriación lo más posible positiva.

  • Deja en suspenso el juicio

    El concepto de justo o injusto, se hace o no se hace, es educado o no lo es, no puede ser absoluto, sino siempre y solo relacionado con cierta cultura, es decir aquel conjunto de normas y reglas de comportamiento compartido por un determinado grupo de personas. Cada cultura se basa en un conjunto de valores, símbolos y creencias que definen lo que es justo o injusto basándose en aquella determinada cultura. Suspender el juicio significa entonces poner de lado provisionalmente los valores subyacentes a la propia cultura, evitando juzgar la cultura del país huésped por medio del propio paradigma cultural.
    Eso no quiere decir abandonar los propios valores, en los que se apoya la propia identidad, sino intentar comprender los valores subyacentes a la otra cultura para tener una clave interpretativa idónea con respecto a comportamientos que, examinados mediante los propios valores, parecerían "incorrectos".
    Entonces se puede hablar de integración cuando conseguimos integrar, sumándolos, nuestros valores y aquellos de la cultura del país huésped, ampliando nuestra perspectiva y multiplicando el número de puntos de vista desde los que observamos un mismo fenómeno.
    Por ejemplo, si para un italiano o un francés es de mala educación hacer una petición directamente, sin rodeos, para un alemán será de mala educación emplear tantas palabras en lugar de decir explícitamente lo que se necesita. Si no se conocen los valores subyacentes a una u otra cultura, se corre el riesgo de malinterpretar la intención del interlocutor.

  • Sé auténticamente curioso

    Si consigues dejar en suspenso el juicio, te resultará más fácil estar disponible, tener curiosidad y ganas de descubrir la cultura que te hospeda. Si tu interlocutor percibe que detrás de tus preguntas hay un auténtico deseo de conocer, en lugar de la voluntad de juzgar, su actitud contigo será de mayor disponibilidad y generosidad.

  • No dejes nunca de aprender

    La curiosidad y el placer del descubrimiento nos llevan al siguiente paso: el aprendizaje. A menudo el proceso de adaptación nos lleva a aprender un nuevo modo de vivir, adquiriendo comportamientos que jamás hubiésemos pensado poder adoptar.
    Margherita cuenta que en estos dos años ha aprendido a ser paciente y a tener confianza. En nuestra concepción occidental del tiempo, en la que prima el criterio de todo y enseguida, no recibir una contestación inmediata significa que el otro no está haciendo nada de lo que le hemos pedido. Lo cual no es cierto, por ejemplo, en Riad, donde los silencios largos son seguidos de intervenciones efectivas que llegan, desde nuestro punto de vista, de manera absolutamente inesperada.
    ¿Cuáles retos te quedan aún por superar en Riad?, me contesta: "El aprendizaje de la lengua. Me estoy esforzando para aprender el árabe, todavía no consigo comunicar pero tengo confianza, no lo dejo estar, con paciencia espero lograrlo".
    He querido contar la experiencia de Margherita porque su historia puede servir de inspiración para muchos expat, que se enfrentan a culturas muy lejanas de la nuestra y para los cuales el esfuerzo de adaptación es indudablemente notable.

Y tú ¿qué actitud has adoptado para integrarte en el país huésped?

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