El sentimiento de culpa de los expat

Cómo vivir en el extranjero sin sentimientos de culpa

Cuando decides marcharte, dejando a tu país a tu familia y a tus amigos más queridos, una de las primeras cosas que guardas en la maleta es el sentimiento de culpa. Aunque estés seguro del cariño que sientes hacia las personas que dejas en tu patria, te preguntas inevitablemente si dejar tu país es una señal de pasotismo o indiferencia hacia aquellos que te importan, si de verdad quiere decir que has elegido para ti, sin pensar en los demás. Porque los sentimientos de culpa se cuelan, prosperando en la inseguridad y en la duda.

Es una emoción difícil de manejar, que aflora cada vez que vuelves a marcharte, después de una visita a la familia o después de unas vacaciones en tu país. Y cuando pareces haber encontrado tu equilibrio, de repente alguien en Italia pierde el suyo, temporalmente o para siempre, volviendo a desestabilizarte también a ti. Haces lo imposible para estar, sales con el primer vuelo, gastas patrimonios en viajes, intentas contentar a todos, pero esa sensación de malestar vuelve a presentarse en el momento de marcharte. De nada sirven las palabras de quiénes te dicen que puedes irte tranquilo, ya has hecho mucho, podrán salir adelante sin ti, porque en realidad se trata de una desazón que nace desde dentro: el querer estar aquí y allí al mismo tiempo, el querer estar en ambas vías de esas vidas paralelas que cada expat siempre lleva consigo.

¿Cómo puedes superar ese sentimiento de culpa debido a la expatriación?

Algunas reflexiones resultantes de la experiencia de tantos expat que he tenido el gusto de encontrar en mi recorrido personal y profesional:

  • La calidad viene antes que la cantidad

    Según van pasando los años (en especial a partir de los 30 años), en las relaciones familiares, entre amigos y sociales, cada vez damos más importancia a la calidad respecto de la cantidad, a la intensidad más que a la frecuencia. A menudo la intensidad de la relación crece con la distancia, tanto que llegamos a sentir como cercanas algunas personas justamente en la lejanía y el tiempo transcurrido a su lado, por haber sido tan poco, se torna más valioso. Como decía Schopenhauer "La lejanía que empequeñece los objetos para la vista, los abulta para el pensamiento".

  • Alejándote te conviertes en un punto de referencia

    Paradójicamente, la distancia física te transforma en una especie de punto cardenal, una persona a la que hacer referencia, a la que pedir orientación y consejo. Quizás sea el cúmulo de experiencias que la intensidad de la vida de expat te obliga a reunir, quizás sea el hecho de que te toman como ejemplo porque has tenido el coraje de dejarlo todo e irte. Muy probablemente la vida en el extranjero ha incrementado tu capacidad de escuchar, así que a menudo eres el oído empático de la familia o del círculo de amigos, aquel al que todos miran. Como decía Gibran: "¿Acaso no es cierto que la montaña inspira más reverencia y aparece más clara a aquel que camina en el valle que no a aquel que vive en sus laderas?"

Observando estas dinámicas que se crean con el paso de los años, nos damos cuenta de que en realidad el sentimiento de culpa no tiene razón de ser. A menudo uno se siente mucho más cercano y es más útil a sus propios afectos desde la lejanía, que viviendo en el piso de al lado. ¿Cómo?

  • Cuando estás al 100%

    A menudo las personas están físicamente a tu lado pero con la cabeza en otro lugar. Cuando estás presente con tus cinco sentidos, centrado en el momento que estás viviendo y en las personas que tienes enfrente, tu interlocutor lo percibe.

  • Explotando de la mejor manera las nuevas tecnologías

    A partir de Skype la vida de expat se ha hecho más fácil. Los sistemas de mensajería instantánea en las redes sociales te permiten comunicar en tiempo real con las personas que te importan. A menudo vale con un mensaje en el momento justo para que se den cuenta de que estás.

Y tú, ¿cómo vives la lejanía de las personas queridas?

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